LA GUERRILLA NAXALITA
Siendo India
el segundo país más poblado de la Tierra y una potencia económica en expansión,
es sorprendente el desconocimiento que hay en Occidente sobre lo que allí
ocurre. Mientras que se jacta de ser la democracia más grande del mundo, fuera
de sus fronteras sale a cuentagotas la información sobre el régimen
tremendamente violento que allí impera. Un ejemplo de esto es que, con una
población fuertemente en contra, firmó no hace mucho, un acuerdo
estratégico-nuclear con Estados Unidos por el cual la India se sitúa dentro de
la órbita occidental; esto es una aspiración de los viejos terratenientes y los
nuevos capitalistas que, a lo largo de varias décadas se ha traducido en la
imposición de un inmenso repertorio de políticas neliberales, desmantelando la
economía centralizada y privatizando el 65% de lo que eran servicios públicos,
tras la caída del bloque soviético.
En 1967, en
Naxalbari, estalla la lucha armada dirigida por la fracción roja del Partido
Comunista de la India (marxista) [PCIm]. En este primer levantamiento, miles de
campesinos y obreros armados con lanzas y precarios fusiles, y alentados por la
Gran Revolución Cultural que se estaba dando en China, se levantaron contra los
terratenientes, contra el Estado capitalista en desarrollo y contra el
imperialismo salvaje que se estaba instalando allí. La política estaba dominada
mayoritariamente por la religión hindú y su justificación del sistema de castas,
que consideraba (y sigue haciéndolo hoy día) la miseria de la gran mayoría como
un castigo y los privilegios de las castas superiores como un premio otorgado
por los dioses. De esta forma, las clases dominantes articulan su sistema
hegemónico de dominación con la religión y la economía como piedras angulares
de su sistema y consiguen una herramienta eficaz de control social. Además, y
como pasa en tantos demasiados lugares, las mujeres se llevaban la peor parte.
Eran condenadas al analfabetismo y la ignorancia, a los matrimonios desde niñas,
al servicio sexual de sus maridos o “dueños” y, por supuesto, se las reservaban
los trabajos más duros y desagradables.
Lo que la
guerrilla popular planteó, fue una salida a estas situaciones tan insoportables
y muchas y muchos se unieron a ella consiguiendo que, lejos de ser un
levantamiento aislado, continuó su crecimiento imparable. Por un lado se
crearon diversos comités campesinos, que se encargaban de asaltar y requisar
tierras de los señores feudales; de esta forma, en apenas 10 años, los
naxalitas habían prácticamente eliminado el régimen de servidumbre feudal de la
India. Paralelamente y en las tierras ocupadas, la guerrilla comenzó a promover
la creación de escuelas primarias y centrol de asistencia sanitaria básica para
la población pobre más recluída; asimismo, se mejoró de forma radical la
situación de las mujeres, tanto es así que se estima un porcentaje cercano al
65% de mujeres entre las filas de la guerrilla, incluyendo los principales
puestos de mando. Todo esto continuó avanzando hasta nuestros días: En 2007 el
gobierno indio reconocía que los naxalitas actuaban en 16 de los 28 estados y,
en 2014, volvió a reconocer su presencia 21 de los estados y un control
absoluto de, al menos, el 14% del territorio (territorios gestionados por la
administración naxalita donde no hay funcionarios ni fuerzas gubernamentales).
Actualmente,
la acción de la guerrilla se centra, fundamentalmente en las llamadas “Zonas
Económicas Especiales” (en posterior, ZEE) que está poniendo en marcha el
gobierno. Son áreas en las que las empresas no pagan impuestos, gozan de
ventajas fiscales y económicas para favorecer la productividad y donde se puede
eludir la legislación normal del país en materia laboral, sindical. Estas ZEE están
provocando el desplazamiento de sus hogares de decenas de miles de habitantes
del campo, artesanos y pequeños comerciantes, que pierden su único medio de
vida. Es precisamente es en estos
sectores, de pobres entre los pobres, donde más éxito está alcanzando el
trabajo político naxalita. El resultado ha sido claro: su creciente expansión
por toda India. Así, la guerrilla naxalita de la India, que comenzó como un
pequeño movimiento local campesino, se ha convertido, no sin consecuencias para
sus miembros, en una amenaza para el neoliberalismo y las políticas
capitalistas en la India.
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