miércoles, 9 de diciembre de 2015

Un ejemplo para siempre, 48 años después.

Junto con Fidel Castro, a cuyo movimiento se unió en 1956, fue uno de los principales artífices del triunfo de la revolución cubana (1959). Desempeñó luego cargos de gran relevancia en el nuevo estado, pero, insatisfecho con la inoperancia de los despachos y fiel a su propósito de extender la revolución a otros países de Latinoamérica, en 1966 retomó su actividad guerrillera en Bolivia, donde sería capturado y ejecutado un año después.
Así entregó su vida en la lucha contra el imperialismo y la dictadura, convirtiéndose en el máximo mito revolucionario del siglo XX.




Ernesto Guevara nació en una familia acomodada de Argentina, en donde estudió medicina. Su militancia izquierdista le llevó a participar en la oposición contra Perón; desde 1953 viajó por Perú, Ecuador, Venezuela y Guatemala, descubriendo la miseria dominante entre las masas de Hispanoamérica y la omnipresencia del imperialismo y definiendo su ideología marxista de forma clara.
En 1955 Ernesto Guevara conoció a Fidel Castro, que preparaba una expedición revolucionaria en Cuba. Guevara trabó amistad con los Castro, se unió al grupo como médico y desembarcó con ellos en Cuba en 1956. Participó en la decisiva batalla por la toma de Santa Clara (1958) y finalmente entró en La Habana en 1959, poniendo fin a la dictadura de Fulgencio Batista.

El nuevo gobierno revolucionario concedió a Guevara la nacionalidad cubana y le nombró jefe de la Milicia y director del Instituto de Reforma Agraria (1959), luego presidente del Banco Nacional y ministro de Economía (1960), y, finalmente, ministro de Industria (1961). En aquellos años, Guevara representó a Cuba en varios foros internacionales, en los que denunció frontalmente el imperialismo norteamericano.
En la tarea de la construcción en Cuba de una nueva sociedad, y especialmente en el campo de la economía, Guevara fue uno de los más incansables colaboradores de Fidel Castro. Buscando un camino para la independencia real de Cuba, se esforzó por la industrialización del país, ligándolo a la ayuda de la Unión Soviética, una vez fracasado el intento de invasión de la isla por Estados Unidos y clarificado el carácter socialista de la revolución cubana.

Relevado ya de sus cargos en el Estado cubano, volvió a Iberoamérica en 1966 para lanzar una revolución que esperaba que fuese de ámbito continental: eligió Bolivia  como centro de operaciones para instalar una guerrilla que pudiera irradiar su influencia hacia el resto. Al frente de un pequeño grupo intentó poner en práctica su teoría, recogida en su libro “La guerra de guerrillas”. Sin embargo, su acción no prendió en las masas bolivianas tanto como él esperaba en un inicio. Es por ello que, aislado en una región selvática en donde se agudizó su problema de asma, Ernesto Guevara fue delatado por campesinos locales y cayó en una emboscada del ejército boliviano en la región de Valle Grande, donde fue herido y hecho prisionero el 8 de octubre de 1967. Dado que el Che se había convertido ya en un símbolo para los jóvenes de todo el mundo, los militares bolivianos, aconsejados por la CIA, quisieron destruir el mito revolucionario, asesinándole para después exponer su cadáver, fotografiarse con él y enterrarlo en secreto.

En 1997 los restos del Che Guevara fueron localizados, exhumados y trasladados a Cuba, donde fueron enterrados con todos los honores.

"Sé que vienes a matarme. Dispara cobarde. 
Solo vas a matar a un hombre."
Cita de Ernesto “Che” Guevara, pronunciada hacia el militar que le fusiló, justo antes de hacerlo.


¡Hasta siempre, Comandante!


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